El montoncito de arena que se está formando a mis pies no me gusta nada, nunca había ocurrido, mi vista no alcanzaba siquiera a divisarla. Ha sido desde hace un tiempo que ha empezado a aparecer, justo desde el día aquel de los resplandores seguidos de un intenso calor que abrasó mi vestido, tostó mi cara y quemó mis pestañas, justo desde aquel día que el mar se retiró dejando al descubierto un inmenso arenal y volvió poco después con inusitada violencia. Desde entonces la arena ha ido subiendo hasta llegar a mi cintura, fueron ellos, los humanos, ahora esclavizados y enjaulados dominados por simios, no tan pacíficos pero menos peligrosos
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